martes, 13 de noviembre de 2012

LA CLÁSICA





¡No tengo remedio! Mi constante frenesí con el deporte, los retos y la superación me comportaron, una vez más, que me timaran. Hace menos de dos semanas, en una reunión mientras intentábamos planificar la temporada 2013 y proyectábamos un futuro mejor para el planeta TRI, apareció la oportunidad de estar en LA CLÁSICA del norte. En pocos minutos el marqués de Llorens ya me había planificado el fin de semana y aceleraba mi decisión final. Inconscientemente, aceptaba la tentadora oferta. Varios eran los motivos de acceder a tal invitación:  La primera y, la más importante, poder disfrutar en vivo a la carrera que tantas veces me animaban a participar. La segunda, era poder recordar las numerosas ocasiones en que  un servidor había participado en la añorada copa del Mundo que se celebraba en Donosti (1994-1995) y, posteriormente,  se convirtió en el clásico Memorial Onditz, organizado por Xabier Oianeder y su equipo. La tercera y la última, disfrutar de la espectacular oferta culinaria de la que tanto presume el País Vasco.

Pero el embauque se hinchó cuando Raúl, una de las cabezas visibles del #Noteparesteam, me brindó la ocasión de nadar en la Concha donostiarra. Puso todas las facilidades del mundo y, mientras gozábamos de una inusual matinal soleada (como plasma la fotografía), ya estaba enfundándome el neopreno junto a otros intrépidos triatletas, entre ellos una txapelduna como es la neska Gurutze Frades. Los lugareños y la meteo avisaban: "No cantéis victoria, estáis en el norte y se avecina malo". Después de varios metros, de pasar alguna boya y de buscar referencias, la lluvia hizo acto de presencia... No había vuelta atrás el auténtico infierno del norte nos daba su bienvenida.






Después de la nadada, de protagonizar varios ejercicios específicos del nado en aguas abiertas y, especialmente, de una caliente ducha reparadora, el marqués de Llorens, un servidor y la gran mayoría de los osados nadadores, nos reseteábamos y  nos poníamos en mode BSS (Behobia-San Sebastian). 


El pertinente madrugón y el obligado chequeo del cielo guipuzcoano, confirmó lo que los hermanos Llanos, Héktor y En3ko, llamaban: el efecto norte. Si en Donosti parecía que el cielo iba a respetarnos, al llegar a la población fronteriza de Behobia... ¡alguien, abrió el grifo! Escondidos como polizontes en paradas de bus, gasolineras, marquesinas o bajo un simple techo, entre otros refugios, los más de 26.000 runners intentábamos calentar y sobrevivir al constante diluvio. Desde los favoritos como eran Leiva, Roig, Roca o Zamora que buscaron cobijo en un coche, hasta otros que ataviados en bolsas de basura aguantaron estoicamente un chaparrón de categoría. 


Primero los paratletas, posteriormente, los patinadores y finalmente el poderoso ejército de corredores  desafiaban al aguacero euskaldun y empezaban el sinuoso trayecto que separa Behobia de San Sebastián. Como me avisaron, la prueba se caracteriza por su exigente recorrido. Pero el constante aliento del entregado, entendido y animoso público de Euskalherria, te empuja a superar los repechos de la carrera y te ayuda a aumentar el ritmo, teóricamente marcado, en el desayuno. Empapados, pero con una sonrisa de oreja a oreja, cruzábamos la meta situada en lo Antiguo y pude saborear el ambientazo del que tanto me habían hablado. Sin duda, ojalá pueda seguir sufriendo timos como este.


Ahora entiendo el éxodo masivo anual  de todos los peregrinos que adoran el atletismo y la fiebre para conseguir plaza en LA CLÁSICA. Lo afirmo, es una cita de obligada presencia. Por lo que llegué a escuchar para la 50ª edición, dentro de dos años, se va a organizar una buena en la capital guipuzcoana. ¡Espero poder vivirla!


Zorionak a todos los que superasteis el itinerario y sobrevivisteis el aguacero. Mi genoflexión para Jaume y Marc, mis ánimos a Roger y, sobre todo, mi máxima gratitud a Cristian, Albert, Marc, Raúl y Jordi, entre otros. Salud y kms, Xavi.


P.d. Estar en Donosti me premió con un reencuentro especial, coincidir con un enorme deportista como es Mikel Odriozola, excelente marchador, con quien compartimos varios años en el CAR de Sant Cugat fue un honor. Recordamos nuestras epopeyas y comprobamos que somos ¡unos viejos ilusionados por el deporte!