viernes, 1 de febrero de 2013

ALI BABA




Reconozco que hacía años que no vivía una semana con tanta repercusión emocional como esta. Hace unos meses publiqué que servidor empezaba a descubrir muchas de las verdades del planeta deportivo. Gracias a la transición que me han brindado Jordi y Cristian, uno va comprobando los ingredientes reales del embadurnado panorama deportivo. Con toda sinceridad, si a día de hoy pudiera gozar de un flashback y me encontrara en esa época en la que soñaba en ser profesional del deporte, competir con los mejores y estar en los máximos eventos del planeta... Ahora, tras las más de dos décadas de experiencia, de saborear las mieles y el infierno que regala el deporte y, sobre todo, después de los últimos acontecimientos vividos, creo que la balanza se decantaría hacia al lado opuesto al que decidí.

En la actualidad, mientras comienzo a catar el otro lado del deporte, me he dado cuenta de que no es oro todo lo que reluce. Durante muchos años, varios apasionados del deporte multidisciplinar estuvimos en la mina picando piedra por una quimera y con muchas ganas de luchar por unas metas que parecían imposibles. Partíamos de la nada, con pocos recursos, dando palos de ciego, pero la enorme ilusión que teníamos servía de motor suficiente para superar todos los obstáculos que encontrábamos en el camino. Dentro de nuestra rivalidad y constante lucha, nunca olvidamos los importantes valores que proyecta el deporte y que nos acompañaron en este tipo de aventura triatlética.

Éramos la segunda generación del TRI, donde valores como el respeto, la honestidad y la consideración gobernaban la vida diaria. Sin embargo, a día de hoy todo ha cambiado. Gracias a las redes sociales, vivimos en un inmenso ring donde vale todo y uno ¡está flipando! Como está pasando en otros ámbitos de la sociedad, el deporte se está pervirtiendo, se está corrompiendo y está castigando duramente la credibilidad que tanto tiempo ha costado afianzar. Hoy por hoy, el triatlón se está convirtiendo en la cueva de ALI BABA pero, por desgracia, con más de los teóricos 40 ladrones. Se ha formado un conglomerado de impostores, que dicen que son, que comentan que hacen, que cuentan historias inverosímiles, que lograrán ser y que, en definitiva, nos quieren hacer creer al resto que somos unos obreros del deporte con pocos recursos neuronales. En definitiva, como recuerda la fotografía, todas las grandezas son pequeñas miserias y faltas de autoestima de unos mediocres que nos quieren ganar la carrera sin tener que correrla.

Por mucho que grandes amigos, grandes sabios y pacientes colegas, me recuerden que el tiempo lo pone todo en su sitio, la picaresca  se ha instalado en el deporte y hemos de ser nosotros mismos quienes la rechacemos. No dejéis que os marquen un gol, intentad filtrar todo el bombardeo diario de inputs que sufrís. ¡Nuestra credibilidad y nuestro futuro están en juego!

Salud y km, Xavi.