viernes, 28 de septiembre de 2012

ATRIBUIR




Con todo lo acontecido esta semana, sinceramente, solo puedo daros las GRACIAS a todos aquellos que os habéis acordado de los protagonistas de la épica batalla triatlética que se vivió en la preciosa isla de Menorca. Os puedo asegurar que es un plus de motivación y aunque la temporada vaya apagándose, servidor ya está empezando a buscar posibles desafíos en el extenso almanaque que ya se está estructurando de cara al año que viene.

Será un curso más por el planeta TRI y será un año más a la buchaca. Sin embargo, y aunque la recuperación sea más costosa y la competitividad vaya disminuyendo, esperemos que pueda estar presente. Aún recuerdo con entusiasmo cuando uno de los grandes sabios de mi larga estancia en la Residencia Joaquín Blume, actual C.A.R. Madrid (Centro de Alto Rendimiento), el desaparecido don Julio Bravo, entrenador de grandes atletas como Anacleto Jiménez, Luis Miguel Martín Berlanas, Mateo Cañellas o Luís Javier González entre otros, me comentó al observar mi afán competitivo: "Con la edad uno se va ablandando". 

Completamente de acuerdo con la erudita sentencia del sr. Bravo, es cierto que en esa época el centro era una gran familia, con una gran presencia de parte de la élite del deporte nacional y, para un inmaduro adolescente como yo, la Residencia se convirtió en una escuela de los grandes valores del deporte. Me transformé en una esponja que absorbió un sinfín de inputs esenciales del mundo deportivo: respeto, superación, trabajo, ilusión y pasión, entre muchos más ejemplos.

Aunque los diferentes entrenadores y directores técnicos que asesoraron a los BB de la época (los Blume Boys, que lo formaban los Chevi Merchán, Iván Raña, Clemente Alonso, Diego Paredes, Álex Santamaría, Fernando Cabellos, Pepe Barbany o servidor, entre otros) tenían diferentes metodologías para llegar al 100% al objetivo previsto, todos coincidían al tener como referencia la frase lapidaria, indicada en la foto, del mito Steve Prefontaine (USA), el que iba a ser según su mentor, el experto  Bill Bowerman (USA), como uno de los mejores corredores de la historia del atletismo mundial, para que compitiésemos con todas nuestra fuerzas y vendiésemos cara nuestra piel. 

No neguemos la realidad, todos tenemos nuestros particulares retos y nuestros exclusivos piques con los colegas que, durante la carrera, se transforman en rivales. Durante la competición la gran mayoría nos atribuimos la expresión de la leyenda norteamericana: "Nos podrán vencer, pero sangrarán para hacerlo". Esta teórica sana competencia, seas ganador o perdedor, debería acabar en un encaje de manos y en un gran abrazo al cruzar la línea de meta: este es uno de los principios básicos del deporte. No podía ser menos y después de recuperar el aliento y comentar la jugada ya estaremos ilusionados para incitar a los camaradas al siguiente desafío. Este ánimo que aplicamos a los diferentes combates junto a la honrada rivalidad es una de nuestras fuentes de energía para seguir luchando día a día y tratar de superar este circunstancial momento. 

Mucha suerte a todos los que este fin de semana estarán en pie de guerra, salud y kms, Xavi.